El
reciente libro de Javier Claure Covarrubias, que es el resultado de
una extensa entrevista sostenida con Víctor Montoya, nos acerca
a la personalidad y al quehacer creativo de una de las figuras más
destacadas de la moderna literatura boliviana.
Montoya ha incursionado
en varias técnicas narrativas y ha logrado re-crear diversos
laberintos literarios gracias a su desbordante fantasía. En su
condición de escritor de fuste, desentraña la forma narrativa
más precisa para, así, penetrar en realidades múltiples
a medida que se interna en lo que cuenta. Uno avanza por el interior
de sus relatos y descubre que sus escritos están impregnados
de hechos que atañan a los humanos, cuyo destino incierto es
el hilo conductor de su obra.
Víctor Montoya,
de aspecto pulcro y conversación amena, escribe con el corazón
puesto en Bolivia en general y en el sector minero en particular, aunque
radica en Suecia desde 1977. En varias de sus obras, concebidas entre
la realidad y la ficción, incorpora experiencias vividas, como
esas que experimentó cuando, por ejemplo, cayó preso durante
la dictadura militar de Hugo Banzer Suárez. Por cuanto no es
extraño que la descripción de los diferentes métodos
de tortura, que se aplicaron a los presos políticos durante la
"Operación Cóndor", sean algunos de los tópicos
que se van tornando en gritos de protesta en sus textos, como en "Confesiones
de un fugitivo" y "Días y noches de angustia",
que integran su libro "Cuentos violentos".
En el presente libro, "Víctor Montoya. Con el fuego en la
palabra", nos habla de su infancia en Llallagua, una población
ubicada en el norte del departamento de Potosí, de las motivaciones
que lo impulsaron a escribir, de la literatura latinoamericana en el
exilio y de su preocupación por las condiciones y emociones humanas.
Asimismo, nos detalla su visión pedagógica y su interés
por la literatura infantil, planteando que ésta "sea un
eje transversal en los programas de enseñanza, entroncándola
como asignatura en los planes de estudio de todas las especialidades
del magisterio y convirtiéndola en una cátedra específica
en las universidades".
No son menos importantes
sus aportes en el campo de la literatura erótica. Sus artículos
de prensa, publicados tanto en Bolivia como en otros países,
han causado revuelo entre quienes creen escribir novelas enmarcadas
en este género, con un buen nivel literario y, sobre todo, sin
plumas mojigatas. Su novela "El laberinto del pecado" es una
de las primeras novelas que, en el contexto boliviano, contiene escenas
eróticas narradas con desparpajo y talento natural.
La realidad de los
mineros, la clase social más combativa de la nación andina,
es también uno de los ejes temáticos en varios de sus
cuentos. Con un lenguaje coloquial e interferencias del idioma quechua
y aymará, describe las luchas y las tragedias de los trabajadores
del subsuelo, a la vez que penetra en el mundo mágico y fascinante
de los mineros, a través de sus costumbres, mitos y leyendas.
En "Cuentos
de la mina", cuyo protagonista principal es el Tío (dios
y diablo de los socavones), el autor nos confirma que este ser demoníaco
representa no sólo la fusión de las costumbres indígenas
y españolas, sino también el sincretismo entre la religión
católica y las creencias paganas de las culturas ancestrales.
Por todo lo antedicho,
la publicación del libro "Víctor Montoya. Con el
fuego en la palabra", además de ser un buen acierto del
poeta y periodista Javier Claure Covarrubias, es un aporte invalorable
a la bibliografía de un autor que se siente comprometido con
su quehacer literario y con la realidad de los desposeídos en
un mundo cada vez más globalizado.