GUERRA CIVIL, DIVISION DE BOLIVIA… ESITO SERIA

Madrid, Diciembre, Edwin Pérez Uberhuaga.- El 2007 ha marcado un récord en cuanto a los titulares de prensa, mensajes de internet o comunicaciones telefónicas en torno a una “guerra civil”, “división de Bolivia” y resurgieron las palabras como “dictador” para caracterizar a los líderes de ambos bandos.

El uso y abuso de esas palabras tiende a relativizar su significado real y hace que los jóvenes “rambos” collas y cambas quieran hacer realidad sus sueños heroicos de vencer a los “malos” de la película. Ellos no vieron correr sangre boliviana en la Revolución del 52, por ejemplo, donde hubo balas, aunque con mucha menor tecnología y eficacia que hoy.

La gente más mesurada ya ha explicado las consecuencias políticas, económicas o sociales de estas aventuras.

Hoy, a las puertas del 2008, quiero dar un testimonio personal de lo que ví en gran parte del mundo en mis 23 años de ejercicio del Periodismo, como caminante, migrante y testigo de una época.

LA EXPERIENCIA YUGOSLAVA

Poco después de la guerra sangrienta y fratricida que marcó la división de Yugoslavia, estuve en Belgrado y luego Sarajevo. En medio de una economía quebrada, edificios destrozados, vehículos incendiados, la gente caminaba con trajes y vestidos raídos por el tiempo. Muchos hablaban solos.

Vlado, mi guía ocasional, que gracias a mis marcos alemanes viajó después de ocho años a Sarajevo, me decía que ellos hablaban incoherencias porque parientes o amigos con los que habían crecido, murieron a manos de sus propios parientes o amigos que, por azares de la geografía, estaban en el barrio o ciudad “enemigo”. Vlado también iba a buscar a su primo, a quien abrazó con infinita ternura. Vi llorar a dos hombres de 60 años.

Hace un par de meses, cuando di conferencias en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, la gente me decía que no quisieran una guerra, porque más allá de las montañas estaba algún pariente o amigo. En Madrid o Barcelona, jóvenes de piel aymara o quechua con orgullo me dicen “yo soy de Santa Crú”. ¿Qué bando elegirían ellos?.

Ni hablar de Israel y Palestina, que a pesar de tener razas y religión diferentes, también tienen matrimonios binacionales o parientes que viven más allá de los innumerables muros y murallas. Con unos periodistas que asistimos a un curso en Jerusalén, nos aventuramos a ir a Belén y Hebrón en Palestina. Vimos las colas interminables en las fronteras, donde todos eran obligados a identificarse, casi desnudarse y sufrir humillaciones, a pesar de vivir, trabajar o haber nacido en el otro lado.

Todos hablan de las guerrillas colombianas, pero pocos olvidan que uno de los orígenes de la violencia es la “guerra” entre terratenientes y campesinos, que aùn hoy continúa, los paramilitares y los grupos de “defensa” se han convertido en grupos de “ataque”.

En Medellín, que hace quince años cuando la visité era una de las ciudades más violentas, Gabriel Tobón, mi colega anfitrión, me decía que en su barrio se velaban a dos muertos sin que estén presentes los cadáveres, perdidos en las montañas.

¿AUTONOMIA SI O SI?

En un mundo en que prevalecen las autonomías, es saludable que suceda lo mismo en Bolivia, pero sin atentar la unidad nacional ni construir más fronteras. Los migrantes estamos cansados de mostrar nuestro pasaporte en cada país europeo y sería tonto hacer lo mismo para cambiar de departamento o región en NUESTRO país.

España tiene las autonomías vascas y catalanas, regiones muy poderosas en lo económico, pero su afán independentista es aplazado por una Unión Europea que prefiere bloques antes que nacionalismos con “reyes chicos” que podrían conspirar contra la macro-integración de estos tiempos.

Bolivia está en una encrucijada y puede resolver sus problemas con sangre o con el voto. La mayoría de los tres millones de bolivianos fuera del país prefiere no enviar armas, sino votos. Ese país enclavado en Sudamérica también es nuestro y lo construimos cada día con las remesas. Que en los referendum no se olviden de nosotros. Esito sería...