Dioses llegados
desde el cielo
Vanina Santos ( Recolpilado de internet)
Según la Biblia, y tal como se enseña en el catecismo y
en las escuelas dominicales de todo
el mundo, somos descendientes de la primera pareja humana, Adán
y Eva. Aunque en la actualidad son muy pocos los que creerían en
esta historia al pie de la letra, es así como nos imaginamos el
mito bíblico. Pero éste cuenta con un curiosa modificación
textual, que normalmente no se comenta. El Génesis establece, de
manera totalmente explícita, que fue agregada una segunda raza
a la fusión de los genes humanos, un linaje que no era de este
mundo, sino de "origen celestial". Inmediatamente antes de la
descripción del Diluvio, en el capítulo 6 del Génesis,
puede leerse:
"Y habiendo comenzado los hombres a multiplicarse sobre la Tierra,
y engendrado hijas. Viendo los hijos de Dios las hijas de los hombres
que eran hermosas, tomaron mujeres las
que escogieron entre todas..."
" Y había gigantes sobre la Tierra en aquellos días:
porque después que los hijos de Dios entraron a las hijas de los
hombres, y ellas tuvieron (los Nephilim, los "caídos"),
éstos son los poderosos desde la antigüedad varones de fama"
Estos versos bíblicos difieren de modo sorprendente del resto de
la narrativa en torno a la creación, y han planteado más
de un problema a traductores y teólogos. Pero, ¿por qué
estos "hijos de Dios" se entrometen en los asuntos terrestres,
cuando se dice que Dios creó a Adán a su imagen y semejanza,
como representante suyo en la tierra?
El episodio de los "hijos de Dios" tiene la apariencia de un
resto fósil de paganismo, que se había pasado por alto en
las cuidadosas ediciones de generaciones enteras de devotos escribas judíos.
Si se tratara de un ejemplo aislado, podría tranquilamente presentarse
como un problema de exégesis bíblica. Pero no sólo
en este oscuro versículo de la Biblia puede hallarse constancia
de la misma extraña creencia en un período pasado, en el
que seres provenientes del "cielo" habrían descendido
a escoger sus esposas de entre los humanos. También está
presente, por ejemplo, en los mitos griegos que relatan las aventuras
amorosas de sus dioses; en la época clásica, cualquier noble
griego que se preciara trataba de hacer remontar su ascendencia hasta
uno u otro de los dioses del Olimpo.
Este tipo de aventuras amorosas entre mortales y seres de otros mundos
aparecen con frecuencia en el folklore de los indios norteamericanos.
Los indios thompson de la Columbia Británica cuentan cómo
una vez una mujer casada fue capturada por "gente del cielo".
Furiosas, todas las criaturas de la tierra emprendieron una guerra en
vano contra los poderosos "hombres del cielo". Para llegar al
cielo, la "gente de la tierra" construyó un endeble armazón
que se desmoronó en cuanto "los del cielo" comenzaron
a tomar represalias. Muchos murieron en la empresa, y se extinguieron
enormes cantidades de especies animales. La versión de los indios
quinalt de Washington refiere que los agresores llegaron del "país
del cielo, donde están las estrellas".
No siempre tales uniones concluían en tragedia. Los maoríes
atribuyen indirectamente el origen de su civilización a un asunto
amoroso ilícito entre la hija de un jefe y un príncipe del
"país del cielo". El intruso fue atrapado por el jefe
maorí, pero luego aceptado como yerno. Una delegación maorí
obtuvo permiso para visitar el "país del cielo", donde
fueron instruidos en valiosas artes por los seres superiores que allí
habitaban. Relatos similares acerca de los tiempos en que se establecían
relaciones íntimas entre seres del cielo y seres humanos figuran
también en culturas muy distantes entre si.
Los indios machiguenga de la jungla peruana narran que "gente de
los cielos bajó a la tierra por un camino resplandeciente en el
firmamento".
Un mito japonés afirma que el acceso a la Tierra lo proporcionaba
entonces una especie de puente, que permitía a los dioses hacer
frecuentes visitas.
Según los aborígenes australianos, unos seres conocidos
como Wondjina visitaron la tierra a bordo de Ovnis.
Preguntas sin respuesta
¿Cómo, entonces, hemos de interpretar estas curiosas -y
a veces ridículas- leyendas? La antropología ortodoxa no
ofrece una respuesta standard para tales historias, en las que salta a
la vista el nexo con lo que actualmente se denomina "fenómenos
paranormales". Algunas de las leyendas traen a la mente las historias
de secuestros (o abducciones) efectuados por OVNIS en nuestros días.
Y debería subrayarse que una parte de los llamados "encuentros
con OVNIS" incluyen algún tipo de trato sexual con los extraterrestres.
¿No se tratará, tal vez, de alguna misteriosa cualidad de
la psiquis humana, que fuerza a pueblos muy distantes a desarrollar fantasías
similares alrededor de una creencia en seres inteligentes superiores al
hombre? La respuesta alternativa -que estos relatos sean vestigios de
algún tipo de contacto histórico entre el hombre y seres
extraterrestres- resulta difícil de aceptar. Sin embargo, esta
posibilidad ha sido discutida por un gran número de teóricos,
cuyos razonamientos no deben ser descartados tan a la ligera.
Uno de los intentos serios de penetrar esta maraña de mito y creencias
sobre los "hijos de los Dioses" fue efectuado por Tom Lethbridge,
uno de los personajes más pintorescos de la arqueología
inglesa hasta su muerte en 1971. En 1957 había renunciado indignado
a su puesto de conservador de antigüedades anglosajonas en el Museo
Arqueológico de Cambridge. Durante años había vivido
malhumorado por la falta de imaginación de la mayoría de
los arqueólogos, y la gota que colmó el vaso llegó
cuando muchos de sus colegas rechazaron de plano su afirmación
de que había gigantescas figuras de tiza que representaban dioses
y símbolos astrales enterradas bajo el césped de Wandlebury
Camp, en Cambridgeshire. Se renovó en Lethbridge un viejo interés
por la rabdomancia, para el cual hubo de desarrollar técnicas refinadas,
que aplicó luego con éxito a su investigación arqueológica.
Sus estudios y escritos se ampliaron hasta incluir fenómenos extrasensoriales
(PEs) y otros problemas parapsicológicos, y culminó sus
trabajos con un polémico ensayo, The legend of the Sons of God
(La leyenda de los hijos de Dios).
Lethbridge supo apreciar la dimensión del problema, que a su vez
afecta a cuestiones fundamentales: ¿qué eran los dioses?
¿Por qué desde siempre la mayor parte de la humanidad ha
creído que existían seres semejantes? por cierto, sus colegas
académicos supieron darle abundantes explicaciones en los términos
de sus propias teorías favoritas, pero la "leyenda de los
hijos de Dios" parecía desafiar todo análisis: "¿Cómo
encuadrar estas leyendas en cualquiera de los ismos conocidos? -preguntaba
Lethbridge-. No se trata de totemismo, ni de antropomorfismo ni de nada
por el estilo. Hay que aceptar como una realidad definitiva el hecho de
que una raza conocida como los hijos de Dios emparentó con otra
conocida como las hijas de los hombres."
La más antigua moneda hebrea, que data del siglo IV ac. muestra
a Jehová sentado en un carro alado.
"Asombrosas máquinas voladoras"
Lethbridge se basó
en otras evidencias mitológicas acerca de los vehículos
empleados por los antiguos "dioses". Elías había
sido remolcado hasta el cielo en un carro de fuego; los dioses griegos
del Olimpo viajaban en vehículos aéreos. Lethbridge aclaró
que no se trataba solamente de un producto de la imaginación griega,
"pues existían también leyendas hindúes sobre
personajes divinos poseedores de asombrosas máquinas voladoras
y armas destructivas. Para Lethbridge resultaba obvia la semejanza entre
tales vehículos y los OVNIS de los tiempos modernos, y eso le condujo
a una inevitable conclusión con respecto a la naturaleza de los
"hijos de Dios". Con cierta perplejidad se atrevió a
sugerir que esos mitos eran recuerdos de visitas extraterrestres y que,
posiblemente, "hace cinco mil años o más" llegaron
a la Tierra seres de otro mundo y elevaron a la humanidad uno o dos peldaños
en la escala de la civilización mediante contactos y entrecruzamiento
racial.
Tales ideas no eran nuevas, por supuesto, aunque Lethbridge llegara a
ellas de manera independiente. En 1968, cuando estaba a punto de completar
su manuscrito, apareció "Chariots of the gods" (Recuerdos
del futuro), del suizo Erich von Daniken. Varios escritos habían
abordado el tema de los "antiguos astronautas" mucho antes de
que el libro de Von Daniken inteligentemente autopromocionado, le hiciera
aparecer como un descubridor. Ya en el siglo XIX la ocultista Helena Blavatsky
había afirmado que la civilización, y acaso la humanidad
misma, se había originado en otro planeta. Y las pruebas antropológicas
y mitológicas utilizadas por Von Dániken habían sido
cuidadosamente coleccionadas por un gran número de investigadores,
especialmente por los franceses Louis Pauwels y Jacques Bergier, los ingleses
Raymond Drake, John Michelí y Brinsley Le Poer Trench (lord Clancarty,
que hizo celebrar un debate sobre el tema OVNIS en la Cámara de
los Lores en 1979) y el español Andreas Faber-Kaiser, autor de
Sacerdotes o cosmonautas (Barcelona, Plaza y Janés, 1974).
Este grupo de escritores ha acumulado tal cantidad de pruebas (de calidad
irregular), extraídas de tradiciones y creencias de todo el mundo,
que su conjunto constituye un intrigante cuadro para afirmar la intervención
extraterrestre en la historia del hombre. Las más convincentes
de todas estas pruebas son las que hacen referencia a los omnipresentes
mitos de los "héroes culturales", de misterioso origen,
quienes al parecer enseñaron al hombre todas las artes de la civilización.
Muchas de estas leyendas sobre un "héroe cultural" parecen
confirmar sorprendentemente la teoría de los "astronautas
antiguos". Los pueblos de Babilonia conservaban historias acerca
de una raza de seres con cola de pez que cada día salían
del golfo Pérsico para enseñar a sus antepasados todas las
artes y ciencias. Tales leyendas tienen un paralelo en el mito griego
de los dioses anfibios llamados Telquinos, difusores de las técnicas
metalúrgicas. La tribu de los Dogon, en Africa occidental, refiere
que una parecida especie de seres-pez descendió de los cielos en
un vehículo que, al girar, producía un ruido atronador.
Los Dogon atribuyen el origen de su civilización a estos seres,
llamados Nommos, y las tradiciones que se refieren a la estrella invisible
Sirio B (cuna de los Nommo) presentan una exactitud alarmante, con lo
que el "enigma de Sirio" se ha convertido en uno de los argumentos
de más peso para la existencia de contactos extraterrestres en
el pasado. Los aborígenes australianos atribuyen la creación
y el ordenamiento del mundo a unos seres conocidos por el nombre de Wondjina.
Se conservan pinturas rupestres de los Wondjina, y los indígenas
australianos creen que habitan en misteriosos puntos luminosos del cielo
-a los que los australianos blancos llaman OVNIS.
Los portadores de cultura que protagonizan estos mitos aparecen como muy
posibles "extraterrestres", especialmente cuando se les asocia
con vehículos volantes. Al igual que los primitivos galeses, los
griegos creían que la agricultura fue enseñada al hombre,
y no descubierta por él. La diosa Deméter envió a
su protegido Triptolemo alrededor del mundo en un carro volador con ruedas
aladas, tirado por dragones, para que distribuyera el grano y enseñara
la agricultura y la fabricación del pan a todos los hombres. Algunas
pinturas en vasos lo presentan sentado en un carro de dos ruedas, adornado
con alas y serpientes. Automáticamente, uno se siente inclinado
a recordar la famosa visión del profeta Ezequiel, esa "visión
de Dios" que ocupa un lugar privilegiado en los textos sobre "astronautas
antiguos". Sentado junto al río Chebar en Babilonia, Ezequiel
vio a lo lejos un "torbellino" que se aproximaba; el torbellino
se convirtió en una nube de fuego que luego aterrizó con
gran estruendo. Así se vio frente a un vehículo deslumbrante
que le parecía estar compuesto de ruedas, alas y criaturas vivientes.
También llevaba un trono, sobre el cual iba sentada una "forma
de aspecto humano". La semejanza con el carro alado de Triptolemo
no puede ser puramente accidental (una moneda judía que data del
siglo IV a.C. muestra a Jehová sentado sobre un vehículo
parecido al del mito griego).
Pero la mitología hindú es seguramente la más apropiada
para todos los que creen en la intervención extraterrestre. Sus
pintorescos relatos incluyen casi todos los elementos esenciales de las
otras leyendas sobre "los hijos de Dios". Dioses y semidioses
descienden del cielo, difunden el conocimiento y toman mujeres mortales
por esposas. Estos seres vuelan sobre extraños animales o en magníficos
vehículos que superan la velocidad del viento. Las epopeyas de
la India describen batallas aéreas con "misiles" semejantes
al rayo, capaces de destruir los sembrados y convertirlos en tierra yerma.
Una de tales armas contiene el Poder del Universo y desprende "un
humo más brillante que diez mil soles". según ciertos
escritores como Raymond Drake y Erich von Daniken, todo lo que hay que
hacer es leer "extraterrestres" cada vez que aparece la palabra
"dioses", y las leyendas hindúes se nos revelarán
como un verdadero relato de las andanzas de antiguos astronautas al estilo
de La guerra de las galaxias.
Mientras los escritores especializados en el tema de los antiguos astronautas
acumulan historia sobre historia acerca de dioses celestiales, héroes
culturales, carros voladores y cosas semejantes, la idea de que los extraterrestres
estuvieron presentes en la historia del hombre comienza a parecer como
una explicación casi natural. El tema es lo suficientemente intrigante
como para originar una demanda de pruebas "más convincentes";
o, en todo caso, una refutación definitiva. Debemos ir con cuidado
al tratar de explicar un misterio (la leyenda de los "hijos de los
dioses") mediante otro misterio (la vida extraterrestre). El elemento
mitológico por sí solo es meramente sugestivo, una posible
señal para abordar una zona inexplorada de la historia de la humanidad.
Las leyendas de Homero encontraron su justificación muchos siglos
después, cuando el arqueólogo Schliemann descubrió
las ruinas de Troya y de Micenas; pero, ¿han encontrado los "dioses
del espacio" a su Schliemann?
|